En Europa, la contaminación química y/o biológica del agua potable es la causa más habitual de enfermedades relacionadas con el agua. Sin duda, el problema más acuciante es la contaminación microbiológica, y a él nos referimos preferentemente.
Los tratamientos para minimizar este riesgo son muy variados durante las diferentes fases que atraviesa el agua, desde su origen hasta su consumo, y también difieren entre las diferentes regiones europeas, donde existen regiones en las cuales el consumo de agua no es siempre seguro.
Los efectos negativos para la salud incluyen enfermedades como la hepatitis vírica, el virus de Norwalk, cólera, tifus y gastroenteritis.
No obstante, tampoco deben desdeñarse los peligros derivados de la contaminación química. Ésta suele ocurrir de forma local y puede ser controlada con las técnicas apropiadas. Las aguas subterráneas en la región europea pueden estar contaminadas con sustancias naturales presentes en concentraciones dañinas (arsénico, fluoruros, radón), o bien con sustancias derivadas de la actividad humana, como es el caso de los nitratos o los pesticidas. Para la salud, los problemas derivados de la contaminación química abarcan desde distintos tipos de cáncer hasta problemas en el desarrollo intelectual.
Contaminación microbiológica del agua potable
La calidad microbiológica del agua potable es una responsabilidad que concierne por igual a los consumidores, los organismos responsables del abastecimiento de agua, los reguladores y las autoridades sanitarias. La contaminación microbiológica es un riesgo que puede afectar tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo, y puede afectar, potencialmente, a grandes conjuntos de población. Así, en 1993, una infección bacteriana detectada en Milwaukee (Winconsin, EE.UU.) provocó malestares gastrointestinales a más de 400.000 personas según algunos estudios.
Por supuesto, la mayor parte de los casos no presentan tal magnitud, aunque conviene no realizar las estimaciones sobre el número de episodios epidémicos de acuerdo con los brotes detectados, ya que el sistema sanitario -incluso en los países más desarrollados- es incapaz de detectarlos, debido a que sus síntomas no suelen revestir gravedad, y muchos de los afectados ni siquiera visitan a su médico. Además, en muchos casos es difícil determinar el origen de un brote, que puede deberse también al contacto con animales o la transmisión entre personas.
pero por eso:
diez países informan de sus planes de acción para mejorar la calidad de su agua potable: Bélgica, Grecia, España, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Finlandia y el Reino Unido.
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